Etapa 2: En una olla grande, caliente el litro de agua a fuego medio. El agua debe estar muy caliente pero sin llegar al punto de ebullición. La temperatura ideal es cuando el agua está a punto de hervir pero aún no burbujea activamente. Este nivel de calor es perfecto para disolver el jabón sin alterar sus propiedades.
Etapa 3: Una vez que el agua alcance la temperatura adecuada, retire la olla del fuego y colóquela en una superficie resistente al calor. Este es el momento de preparar la mezcla de vinagre y bicarbonato, que es uno de los pasos más espectaculares del proceso.
Etapa 4: En un recipiente grande y profundo, preferiblemente de vidrio o plástico resistente, vierta la taza de vinagre blanco. Ahora viene la parte mágica: añada gradualmente el bicarbonato de sodio, una cucharada a la vez. Observará una reacción efervescente inmediata con abundante espuma y burbujas. Esta reacción química produce dióxido de carbono, que es completamente inofensivo. Continúe añadiendo el bicarbonato poco a poco, esperando a que la efervescencia disminuya entre cada adición.
Etapa 5: Una vez que haya incorporado todo el bicarbonato y la efervescencia haya cesado en su mayoría, añada el agua caliente a esta mezcla. Vierta lentamente mientras remueve para combinar todos los ingredientes. La temperatura del agua ayudará a que la reacción química se complete de manera óptima.
Etapa 6: Agregue el jabón neutro rallado a la mezcla líquida. Con una cuchara de madera o espátula de silicona, remueva constantemente y con movimientos circulares amplios hasta que todo el jabón se haya disuelto completamente. Este proceso puede tomar entre 5 y 10 minutos. La mezcla debe quedar transparente u homogénea, sin trazas visibles de jabón sólido.